Lectores y escritores

En este apartado el protagonista es el lector y sus creaciones, EL LECTOR ESCRITOR, en su sentido más amplio; es decir, no sólo el lector de mis libros sino todo aquel que quiera enriquecer este rincón literario con sus textos. Envíalos a la dirección:

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En el "asunto" de tu correo escribe el título de tu composición, tu nombre y, si lo deseas, tu lugar de residencia. Ejemplo:





La luz en la niebla. Pedro Márquez. Gran Canaria.



Por último, escribe o pega el texto en el cuerpo del mensaje.



¡Y RECUERDA! Cuida la ortografía y los signos de puntuación.



¡BIENVENIDOS!

Relato romántico. Carlos Acosta Suárez. Gran Canaria

Existía una región oculta más allá de los límites conocidos. Dicha región no figuraba en ningún sitio. Tampoco en los cuentos de hadas. La naturaleza del lugar era virgen. No había sido alterada por el ser humano. Abundaban los bosques frondosos. Bajo las copas de los árboles la oscuridad era perpetua. La niebla era un fenómeno frecuente. A simple vista nadie parecía habitar esos parajes. Al caer la noche las luciérnagas pululaban por todos los rincones. Con ellas se dejaban ver las criaturas moradoras de los bosques: duendes, hadas, ogros, trasgos... También algún que otro humano. En esta región imperaba la armonía entre todos sus habitantes.
Lo relatado a continuación es la historia de una joven humana. Su nombre nadie lo conocía. Ni siquiera ella lo sabía. Su padre era la única persona que alguna vez lo supo. Él era ya un hombre anciano. La memoria le fallaba. Por esta razón había olvidado el nombre de su propia hija. Había olvidado también quién era ella. No era capaz de recordar nada. Cada mañana despertaba. Olvidado ya cualquier hecho acontecido el día anterior.
Su hija era buena de corazón. Se compadecía de su progenitor. Le cuidaba en casa. Su hogar estaba situado en el interior de un inmenso árbol. La joven salía temprano todas las mañanas. Su propósito era recoger agua de un pozo cercano. Bajo el brazo llevaba siempre un vetusto balde de madera de sauce. Con él podía llevar a cabo su tarea.
Una mañana un cuervo volaba a través del bosque. Apretaba en sus garras un puñado de semillas. Tenía la intención de comérselas más tarde. Una semilla se le escurrió. Cayó varios metros. Aterrizó en el balde de la joven. En ese momento ella se encontraba de camino al pozo. El movimiento del balde producido por sus pasos al caminar hizo rodar a la semilla en el interior. Rodó de un lado a otro. Quedó encajada en un pequeño orificio en el fondo.
Pasó un rato. Algo en la semilla pareció despertar. Sintió el balanceo del balde. Escuchó el chirrido de una polea. Sintió que bajaba. Seguía bajando. La oscuridad crecía. Hacía frío. Seguía bajando. Bajó durante mucho tiempo. Quién sabe cuanto. Sentía miedo. La semilla se vio entonces sumergida en agua gélida. Notó que el balde volvía a subir. Tenues rayos de luz atravesaban el agua. La joven había cumplido con su deber. Emprendió el camino de regreso a casa. Allí traspasó el agua del balde a una vasija de almacenamiento. La semilla permaneció encajada en el orificio del fondo.
A partir de ese momento la semilla acompañó todos los días a la joven. Todos los días era sometida al descenso en el interior del pozo. Todas las veces sentía miedo. Se sentía sola allá abajo. El silencio era abrumador. Todo esto terminó por corromper a la semilla. En su interior comenzaron a surgir sentimientos oscuros.
Una mañana más, la joven volvió al pozo en busca de agua. Amarró el balde a la cuerda. Lo hizo bajar gracias al mecanismo de polea. Pasaron los minutos. El balde se sumergió en el agua. La joven apoyó su espalda en el muro de piedra del pozo. Suspiró. Descansó. Transcurridos otros minutos de incorporó. Debía continuar su tarea. Sintió algo. Algo húmedo y frío. Algo se aferraba a su brazo con fuerza. Tiraba de ella. La joven intentó deshacerse de aquello que la agarraba. Error. En medio de un alarido desgarrador fue arrastrada hasta el interior del pozo. Silencio. Más silencio. Se oyó un chapoteo lejano. Silencio. El silencio era abrumador. La semilla ya no estaba sola.

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