Lectores y escritores

En este apartado el protagonista es el lector y sus creaciones, EL LECTOR ESCRITOR, en su sentido más amplio; es decir, no sólo el lector de mis libros sino todo aquel que quiera enriquecer este rincón literario con sus textos. Envíalos a la dirección:

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En el "asunto" de tu correo escribe el título de tu composición, tu nombre y, si lo deseas, tu lugar de residencia. Ejemplo:





La luz en la niebla. Pedro Márquez. Gran Canaria.



Por último, escribe o pega el texto en el cuerpo del mensaje.



¡Y RECUERDA! Cuida la ortografía y los signos de puntuación.



¡BIENVENIDOS!

El impactante sueño de Carla. Isaac Nieto Monzón y Samuel Barrera Vega. Curso de A.G.

            Había una vez, una chica llamada Carla. Esta chica vivía en el municipio de Telde, en Gran Canaria. Carla era una chica muy risueña y bohemia y, a pesar de tener 25 años, muchos la tachaban de infantil. Esto podía ser debido a que siempre estaba rodeaba de niños o porque le encantaba leer cuentos infantiles, pero el caso es que no pasaba desapercibida entre sus vecinos. Rompiendo algunos moldes preestablecidos, a Carla le gustaban las motos, de hecho tenía una. Una bonita Beverly rosa. Le gustaba dar paseos en su moto para ir de compras, estudiar y, sobre todo, ir a la playa.

            Uno de esos días, como cualquier otro, Carla fue a la playa de Tufia en su moto llevando, pese a saber que era peligroso, una bonita sombrilla. Siempre tenía la misma rutina: aparcaba, cargaba las cosas, escogía un sitio en la playa, establecía su espacio clavando la sombrilla, se quitaba sus gafas de sol y se ponía a leer cuentos infantiles mientras cogía un poco de sol. Ese día, justo cuando se disponía a leer, recibió un correo electrónico de publicidad sobre cuentos infantiles en el que aparecía una rana intentando darle un beso a un orangután. Carla no podía parar de reír.

            Tras el primer chapuzón de la mañana, Carla se tumbó bajo su sombrilla y se quedó dormida. Sin apenas darse cuenta, mientras soñaba, estaba viendo a la rana de aquel anuncio publicitario intentando darle un beso al orangután. Como ya había hecho anteriormente, Carla siguió riéndose. No obstante, al orangután no pareció gustarle esta reacción. Se acercó y le dijo con voz muy triste: "Niña, yo no lo veo tan gracioso… Lleva toda la semana intentando darme un beso y yo sólo la quiero como amiga, pero parece no entenderlo". Ante la perplejidad que se debe sentir al ver que un orangután te habla sobre sus sentimientos, Carla decidió acercarse a la rana y le dijo: "Hola ranita, me llamo Carla y he venido para ayudarles a ti y a tu amigo el orangután".

            Al parecer, Carla había cogido las riendas del presunto problema que tenían la rana y el orangután y quiso ejercer de mediadora: "Yo soy muy admiradora de los cuentos infantiles y, por mi gran experiencia puedo decirles que siempre que dos personas se juntan es cuando acaba el cuento diciendo que vivieron felices y comieron perdices… Tú no querrás que el cuento acabe ya, ¿verdad ranita?". Ese planteamiento nunca se lo había hecho la ranita, por lo que le hizo reflexionar.

            Tras sus palabras, les dejó un rato para que ellos hablaran sobre lo que les acababa de comentar. Al cabo de un rato, la rana vino y le agradeció tan sabias palabras, a lo que ella respondió con un enorme beso. Un poco más tarde, se le acercó el orangután diciéndole que gracias por haberle quitado ese peso de encima. Sin embargo, Carla le dijo con un tono bastante tajante: "Es cierto que ya no intentará besarte más, pero tienes que prometerme que la cuidaras mucho y que seréis muy buenos amigos". El orangután asintió y, con un paso lento, se fue yendo hasta que lo perdió de vista.

            Inmediatamente después, Carla despertó. Se quedó impactada con lo real que había sido el sueño. Se sintió muy orgullosa de haber tenido desde pequeña esos hábitos de lectura, sobre todo en cuentos infantiles, ya que gran parte de ese realismo en el sueño viene por esa gran imaginación trabajada con la lectura. Algunos paseos por la playa y chapuzones más tarde, Carla volvió a casa y contó a sus padres y hermanos el sueño que tuvo.

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