Lectores y escritores

En este apartado el protagonista es el lector y sus creaciones, EL LECTOR ESCRITOR, en su sentido más amplio; es decir, no sólo el lector de mis libros sino todo aquel que quiera enriquecer este rincón literario con sus textos. Envíalos a la dirección:

miguelangelguelmi.escribe.narramos14@blogger.com



En el "asunto" de tu correo escribe el título de tu composición, tu nombre y, si lo deseas, tu lugar de residencia. Ejemplo:





La luz en la niebla. Pedro Márquez. Gran Canaria.



Por último, escribe o pega el texto en el cuerpo del mensaje.



¡Y RECUERDA! Cuida la ortografía y los signos de puntuación.



¡BIENVENIDOS!

Todo es posible. Paula Falcón, Sade Medina y Alba García. Hab. II.

En una casa cualquiera, de cuyo país no quiero acordarme, vivía una alegre y risueña niña llamada Margarita. A ella le encantaba pasar sus tardes junto a su caballo Rigoberto, su mejor amigo y compañero, quien se convertía siempre en el protagonista de cuanta historia se le ocurría.

Una tarde después del colegio, llegó veloz a su casa y comenzó a dar pie a su fantasía disfrazándose con cuanto artilugio y atuendo encontraba, se puso sus botas para montar a caballo y se dirigió al establo donde la esperaba Rigoberto. Cansada de jugar, llegó la noche y, aunque se había divertido, la tristeza se apoderó de ella pues, como en sus fantasías, Margarita deseaba que su caballo pudiera hablar de verdad. Una vez acostaba en su cama, abrazando fuertemente a su peluche, pidió un deseo, en el que quería ansiosamente que su caballo pudiera hablarle. Su madre se encontraba en la puerta escuchando y le dijo:

-Margarita, ese deseo tan fantástico no se podrá hacer realidad.

A lo cual, la niña responde:

-La esperanza es lo último que se pierde.

A la mañana siguiente, Margarita se levantó optimista, entonces se vistió, se sentó en su silla a colocarse las botas y se dirigió al establo. Saludó a Rigoberto muy emocionada y lo miró fijamente esperando que alguna palabra saliera de su boca, pero sólo escucho el silencio, y rompió a llorar afirmando lo que su madre le había dicho. Pero, de repente se escuchó:

-Margarita, ¿por qué lloras?

La niña se dio la vuelta y no salía de su asombro.

-Rigoberto, ¡estas hablando!
-Sí, tu deseo se ha hecho realidad, pero prométeme que será nuestro secreto.
-Por supuesto, ¡ahora sigamos jugando!

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