El Viernes quedé con él, después de uno de esos ensayos tan importantes para el grupo. Nos hallábamos sumidos en una mísera y profunda noche de luna. Nos besamos a la orilla de la playa, corrimos y saltamos, como si de dos niños pequeños se tratara. Por el momento había estaba siendo el mejor día de mi vida, hasta que algo o alguien lo estropeó.
A Javier, que era mi novio, lo habían llamado esa misma tarde para informarle que el lunes a primera hora, tendría que asistir a un duro trabajo en Lanzarote. Éste había quedado conmigo ese viernes, que quería que fuera como otro cualquiera, y darme la noticia. Yo no me había percatado de que tuviera algo tan importante que decirme. Hasta que se lanzó.
Me lo dijo preocupado y a la vez alegre de haber podido conseguir un trabajo, en dos años que llevaba al paro. Me comentó su aceptación hacia este y su ida ese mismo fin de semana.
En ese momento, mi vida cambió totalmente, él se disculpó mucho, pero creía conveniente que se fuera. Yo no podía irme con él porque yo ya tenía un trabajo fijo en esta isla, y no iba a perderlo.
Al final terminé aceptando su ida, y acordando en vernos todos los fines de semana. Quedamos en que él venía uno y yo iba otro y así durante todo el tiempo que éste estuviera trabajando.
Y así fue como se le presentó el destino de mi novio y el mío mismo, que me cambió totalmente cuando él volvió a la isla.
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