Lectores y escritores

En este apartado el protagonista es el lector y sus creaciones, EL LECTOR ESCRITOR, en su sentido más amplio; es decir, no sólo el lector de mis libros sino todo aquel que quiera enriquecer este rincón literario con sus textos. Envíalos a la dirección:

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La luz en la niebla. Pedro Márquez. Gran Canaria.



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Recortando: El desengaño. IHR. M

Siempre he pensado que uno de los momentos más duros en la vida de cualquier persona tiene su origen en el primer desengaño que sufrimos al pasar de la niñez a la edad adulta. La sintomatología del primer desengaño no sólo tiene un origen bioquímico sino también una naturaleza emocional. Me atrevería a afirmar que el primer desengaño, la primera decepción consciente es tan dolorosa que necesitamos del período denominado como adolescencia para superarla. De hecho, adolescencia proviene del verbo latino adolecer que significa algo así como "padecer, caer enfermo".

El dolor del primer desengaño al que me refiero no es una decepción amorosa, tampoco una reacción a los cambios físicos ni tan siquiera es una exaltación del yo. Quiero definir el primer desengaño como la primera toma de conciencia de que los seres que están alrededor son imperfectos: mienten, chantajean, son egoístas, incoherentes, banales, se pelean, se odian, etc.  La primera toma de contacto con un dolor de esta índole se da observando a nuestros padres y profesores. Nuestra mirada inicialmente inocente, ahora va más allá y comienza a discernir: nuestros padres y profesores ya no son los dioses que creíamos de niños. Poco a poco, nos damos cuenta de que se equivocan y nos refugiamos en una rebeldía que pone en tela de juicio todas sus acciones.

Tras este primer contacto consciente con la realidad, el desengaño se sigue produciendo en otras escalas fuera del contexto familiar y pasa a un contexto más amplio: el social.  Las decepciones nos trastocan cuando caemos en la cuenta de que también la política es hipócrita, que la sociedad se mueve por intereses y que nos intentan inculcar unas necesidades y unas ideas que claramente las favorecen. El objetivo de estos continuos desengaños no persigue un ideal glorioso sino la aceptación de que ya no es el amor el que mueve al mundo sino el dinero.

Una vez llegados a este punto en la cadena de desengaños, el camino a seguir dependerá de la "pasta de la que estamos hechos" y de cómo hemos encauzado nuestras decepciones vitales. Si hemos conseguido la madurez suficiente, sabremos leer entre líneas, si no, nos uniremos a ellos vendiendo en algunos casos nuestra vida más íntima. Todo depende de cómo gestionemos el continuo desengaño y en esto influyen nuestros valores y nuestras experiencias vitales.

Yo, me muevo entre la misantropía y la filantropía. En algunos casos, dejo de creer en el ser humano y en mí misma, en otros, amo al hombre y llego a creer en él cuando lucha por sus principios o cuando a través de su intelecto nos proporciona obras de arte que nos emocionan.

En cualquier caso, aún nos queda un pequeño reducto al que aferrarnos: soñar sigue siendo gratis.

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