Lectores y escritores

En este apartado el protagonista es el lector y sus creaciones, EL LECTOR ESCRITOR, en su sentido más amplio; es decir, no sólo el lector de mis libros sino todo aquel que quiera enriquecer este rincón literario con sus textos. Envíalos a la dirección:

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La luz en la niebla. Pedro Márquez. Gran Canaria.



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¡BIENVENIDOS!

Recortamos. M.G.R. Adaptación al grado

Cuento: "La suerte de aquellos zapatos".

Había una vez un par de zapatos. Aquellos zapatos, no eran de lo más común, la verdad. Eran unos zapatos azules de fiesta, gran tacón, hilos que cruzar y dedos al aire. Normalmente, estaban tristes, el gran ropero, lugar donde pasaban la mayor parte del año esperando alguna fiesta de noche, testigo era.

El gran ropero solía animarlos de vez en cuando con alguna cancioncilla que le enseñaban las zapatillas de casa, un chiste que compartían las sandalias o una poesía que recitaban las botas de montaña. Aún así, los zapatos azules de fiesta, siempre estaban tristes, bostezo va, bostezo viene… ellos sabían que eran zapatos, que normalmente tendrían que estar de paseos, visitas, haciéndole cómodos los desplazamientos a sus dueños, etc. pero en cambio, pasaban gran parte de su vida encerrados, a oscuras y sin sentirse útiles. También sabían que a su dueña no le hacían mucha gracia: dolores de dedos meñiques, empeines demasiado estirados, ampollas… ¡ellos querían ayudarla!, ¡no la querían molestar!.

Una noche de fiesta, su dueña los sacó de paseo, sufrió con ellos y al llegar a casa, en vez de llevarlos al gran ropero, los dejó en el salón. Por allí dormitaba el perro, conocía la tristeza de los zapatos, el gran ropero lo tenía bien informado, así que decidió acercarse al hada que descansaba en la solana, cerca de la lavadora y despertarla con sus lengüetazos. Se levantó enseguida y enternecida por aquella amarga historia, se acercó al gran ropero para conocer mejor  la desdicha de aquellos zapatos azules de fiesta. Tras ponerse al día, el hada se acercó a los zapatos, conversó con ellos, los entendió y les regaló el don de cambiar de forma cuando quisieran. Rápidamente, los zapatos pensaron en ser planos y cerrados. Querían proteger las piernas de su dueña y ser cómodos.

Aquella mañana, su dueña se despertó, se arregló para su trabajo y al dirigirse a sus zapatos azules de fiesta para recogerlos, no los encontró. Pensó que quizás los había guardado la noche anterior y no lo recordaba.

Terminó de desayunar, se dirigió al salón a recoger su bolso, vio los zapatos negros y se los puso. Seguramente, serían un par más de los cientos y cientos que poseía y muchas veces olvidaba guardar.

Esa mañana, andaba mucho más cómoda que otros días, nada de cara dolorida por dedos apretados, rozaduras, etc. Los zapatos azules de fiesta transformados ese día en cómodos zapatos negros planos estaban la mar de contentos:  aire fresco, lugares nuevos, y por supuesto, comodidad para su dueña. ¡Por fin desempeñaban la función para la que habían sido creados!

Desde aquel día, los zapatos fueron felices: su dueña les reservó un papel importante en su vida, ser su calzado de trabajo. Los zapatos podían cambiar de forma en cualquier momento: ser zapatos azules de fiesta o zapatos negros planos de diario, solo les bastaba con cerrar los ojos y pensar en la necesidad de su dueña en ese instante: fiesta o trabajo. Y colorín, colorado,  este cuento se ha acabado.

 

Material de partida:

Recortes de una mujer sonriendo, unos zapatos azules de fiesta y gran tacón, un perro, un ropero y unos zapatos negros planos.

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