Lectores y escritores

En este apartado el protagonista es el lector y sus creaciones, EL LECTOR ESCRITOR, en su sentido más amplio; es decir, no sólo el lector de mis libros sino todo aquel que quiera enriquecer este rincón literario con sus textos. Envíalos a la dirección:

miguelangelguelmi.escribe.narramos14@blogger.com



En el "asunto" de tu correo escribe el título de tu composición, tu nombre y, si lo deseas, tu lugar de residencia. Ejemplo:





La luz en la niebla. Pedro Márquez. Gran Canaria.



Por último, escribe o pega el texto en el cuerpo del mensaje.



¡Y RECUERDA! Cuida la ortografía y los signos de puntuación.



¡BIENVENIDOS!

Al doblar la esquina. Alberto González Almeida

Al doblar la esquina, vi a un gentío en circulo, coches de policía y una ambulancia, cerca de mi portal, las personas tenían las caras desencajadas y atemorizadas. Al acercarme e infiltrarme entre la multitud, lo comprendí, en el centro había un cadáver, el cual era irreconocible, debido a la cantidad de sangre y las desfiguraciones de su rostro, seguramente sufridas por una caída desde gran altura.

Entre la multitud se escuchaban comentarios y susurros, de los cuales pude saber que se suponía que había sido un suicidio. En ese momento sentí lástima, pero luego ese sentimiento se transformó en odio y asco, porque consideraba que acabar de esta forma, era penoso y propio de un cobarde terminar con tus problemas de esta manera tan ridícula. Pensé que seria el vecino del 6º, porque era un hombre que siempre tenía una actitud negativa, un rostro triste y apenado. Pero enseguida cambié de opinión al levantar la vista y verlo entre la multitud, me dió la sensación de que en su rostro, había una leve sonrisa, seguramente le satisfacía pensar que había alguien mas infeliz y con mas problemas que él, en ese momento sentí repudio hacia esa persona. De repente veo que de entre la multitud sale una mujer con una expresión en la cara de terror, que atraviesa el cordón policial y a los agentes que intentaron detenerla. Se acercó al cadáver muy lentamente, como con miedo, e inesperadamente, estalla en un llanto inconsolable gritando un nombre.-¡José! ¡Joséeee!. En ese instante me recorrió la espalda una sensación de terror, me acerque más para poder ver bien a la mujer. Estallé en un llanto inconsolable, no podía creer lo que estaba viendo. Nunca olvidare el día en el que vi a mi madre llorando enzima del cadáver de mi hermano José.



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