Esta historia se remonta a los siglos XVI y principios del XVII en un pequeño pueblo de los Países Bajos. Fue un lugar apacible años atrás, pero el tiempo pasaba y ya no se respiraba tanta tranquilidad.
Allí vivía Guillermo, un hombre de edad algo avanzada, al cual, desde muy pequeño su padre le inculcó conocimientos sobre cómo obrar óptimamente como monarca y a la vez métodos para afrontar cualquier situación no tan fácil que la vida le pusiera en su camino.
Pasó tiempos de severos acontecimientos para él. Tan solo con su mayoría de edad recién cumplidos, para Guillermo lo más importante era la decadente salud de su padre que día a día empeoraba considerablemente hasta que ya no se pudo hacer más por él. Guillermo sufrió demasiado, pero con el paso del tiempo vinieron épocas mejores. En el trono ejercía su autoridad excelentemente, como su padre lo formó, pero eso no lo era todo.
Tras varios años sin alteraciones en el día a día llegaron le llegaron rumores de que los españoles llegarían a sus tierras con intenciones de apropiarse de ellas. Así que no perdió más tiempo y fue a avisar a su ejército.
Todo estaba preparado pero los adversarios tardaron aproximadamente dos semanas en alcanzar tierras Holandesas. Llegó el momento y Guillermo, como primerizo que era en aquel aspecto, se sentía asustado y nervioso, pero tenía muy claro que no se rendiría en ningún momento.
Llegó el momento en aquella mañana de Marzo cuando a lo lejos divisaron, apareciendo por las laderas una masa de personas que se dirigían hacia las fronteras del que era su Estado.
Poco después ya se encontraban tan cerca que podían verse claramente las caras. Pero nadie se imaginaba lo que estaba a punto de suceder, ni siquiera Guillermo que se encontraba más aterrorizado que al principio.
Todos los ojos se clavaron en el dirigente del bando contrario que dejaba a su gente atrás y avanzaba solo. Pero poco después la sorpresa fue aún mayor ya que Guillermo había hecho lo mismo, y sin pronunciar palabra caminaba en su encuentro. Aquella situación causaba mucha confusión entre ambos ejércitos que miraban atónitos la estampa protagonizada por sus gobernadores.
Instantes más tarde los bandos dejaban sus armas donde se encontraban y se acercaron a ellos. Vieron una gran reverencia del jefe español hacia el holandés y cada vez todo era más confuso. Tras una breve conversación, explicaron a todos los miembros de su s ejércitos que eran hermanos y fueron separados por sus padres muchos años atrás.
Así que aquel momento que creían que terminaría en guerra, fue uno de los más emocionantes y conmovedores que jamás hubieran pensado presenciar.
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