Lectores y escritores

En este apartado el protagonista es el lector y sus creaciones, EL LECTOR ESCRITOR, en su sentido más amplio; es decir, no sólo el lector de mis libros sino todo aquel que quiera enriquecer este rincón literario con sus textos. Envíalos a la dirección:

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En el "asunto" de tu correo escribe el título de tu composición, tu nombre y, si lo deseas, tu lugar de residencia. Ejemplo:





La luz en la niebla. Pedro Márquez. Gran Canaria.



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¡BIENVENIDOS!

"Lo vi en el metro" Diego Hernández del Rosario. Gran Canaria

Era pleno invierno, estábamos alrededor de unos cuatro grados bajo cero, un frío horripilante en la calle, casi insoportable. Pero allí estaba yo, en mi casa, casi sudando gracias a la calefacción y la chimenea, con mi mayordomo pendiente a cualquier petición que saliera de mi boca para ser rápidamente complacida, otro de mis mayordomos y una asistenta limpiando la casa continuamente, el cocinero tomando un descanso para volver a trabajar en cuanto yo lo dijera. ¿Y qué estaba haciendo yo? Nada, estar tumbado en el sofá, relajado.


Se lo que estará pensando, pensará que soy un rico presumido, que creo que el mundo es mío, y que ojalá me quedara sin dinero un día para que se me bajaran los humos, y probablemente no sientas ni siquiera envidia por mí, todo lo contrario, sentirá cierta repulsión. Y como no, pensará que no tengo ningún tipo de apego por las personas. Pues amigo, tiene razón. Era una persona increíblemente egoísta y no le tenía aprecio ninguno a cualquier humano que no fuera yo mismo. Pero todo eso cambió un día, el cual le relataré ahora mismo:


Viernes por la tarde, había terminado mi trabajo, si se le puede llamar así a presionar a mis empleados para que hicieran lo imposible por mi empresa mientras yo estaba viendo los coches circular de un lado para otro desde mi enorme oficina en el ático del edificio. Salí del edificio sin casi despedirme de nadie, directo a la limusina que me debería de estar esperando en la entrada. Cuál fue mi sorpresa cuando no la vi donde tendría que estar. Llamé muy enfadado y alterado al chófer, que me dijo sumisamente:


-Lo siento muchísimo señor, pero es que han bloqueado las carreteras por culpa de la nevada que está cayendo. Intentaré pasarme el control, pero no le prometo nada.


-Que incompetente- pensé. ¿Qué podría hacer ahora? El helicóptero no me vendría a buscar, me saltaría con un: Hace demasiado viento como para volar. Escusas que en aquellos tiempos no me servían para nada. No quedaba más solución que coger el metro si quería llegar rápido a mi casa, así que allí fui. Iba a ser la primera vez que viajaba en metro, tenía cierto miedo ya que entre lo que había oído y visto en reportajes, pensé que aquel lugar iba a ser algo parecido a las favelas de Brasil. Pero no sé por qué, cuando llegue allí, vi algo que no me esperaba. No eran los vagabundos, los músicos, ni tampoco los malabaristas, aunque si tenía que ver con ellos. Lo que vi en el metro fue mi espíritu caritativo y humilde, ese algo que todos tenemos dentro al ver algo que realmente nos da pena, y es que tanta pobreza hizo que ese sentimiento que había tenido oculto durante todo este tiempo, saliera. Lo que había visto en la televisión me había causado repulsión, pero cuando ves a esa pobre gente delante de ti, tu perspectiva cambia completamente. Le di 20 euros a cada uno de esas pobres almas que vi, y con ello, saqué unas sonrisas de sus caras que se contagiaron en mí. Finalmente, volví a mi casa contento por lo que había hecho. Y desde aquel día, he ayudado a todo aquel necesitado que he visto, ya no presiono a mis empleados, ni del hogar ni de la empresa, e incluso llegué a contratar a tres de los que vi en el metro para esta última. Desde ese día, me siento mejor.



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