Los extraños seres
Era una noche de tormenta y yo estaba sola en mi casa. Me había quedado dormida, pero no por mucho tiempo. Un extraño ruido me despertó, era como si trataran de abrir la puerta. Pensé que eran mis padres así q me puse los zapatos, salí de mi cuarto y dije:
-¿Papá, mama?
Pero nadie contestó .Aterrorizada corrí a mi habitación y me escondí bajo las sábanas de mi cama. Pasados unos minutos parecía que el ruido había desaparecido.
Miré a través del cristal de mi ventana. Todo estaba tranquilo. De repente algo saltó contra el cristal. Era una especie de hombre. Tenía una piel muy pálida y unos ojos de un color extraño. Inmediatamente, salí de mi habitación, cerré la puerta con llave y cogí el teléfono para llamar a mis padres. De repente se fue la luz, y el teléfono se me cayó de las manos. Volví a oír ese ruido aún más fuerte. Al momento se abrió la puerta. Yo me escondí detrás del sillón. Pero nada ni nadie entraron. Después de un buen rato volvió la luz. Miré hacia mi alrededor todo estaba descolocado. Noté que algo se movía detrás de mí, me volví y vi al extraño hombre que había saltado contra el cristal de la ventana. No me dio tiempo de pensar como había salido de mi habitación porque venía hacia mí, asustada corrí hacia la puerta de salida y cuando me dispuse a salir se cerró de un portazo. Intenté abrirla pero era inútil. El hombre cada vez estaba más cerca de mí. Miré hacia mi habitación y observé como atravesaban la puerta muchos otros hombres como aquel que me perseguía. Formaban una especie de ejército. Cuando me di cuenta ya estaban ya dispuestos a atacarme cuando…. De repente llegaron mis padres. Iba a explicarles todo lo sucedido pero cuando me volví para ver a aquellos seres extraños me di cuenta que habían desparecido y que todo lo que estaba descolocado había vuelto a su sitio. De todas maneras les conté lo sucedido a mis padres y me hicieron llegar a la conclusión de que todo había sido una imaginación. Entonces me fui a mi habitación. Entré en ella, cerré la puerta y me senté en mi cama. Miré hacia la ventana y vi que en ella había marcadas muchas huellas que no parecían de seres humanos. Dichas huellas eran del tamaño de las manos de aquellos seres que habían invadido mi casa esa noche. Decidí no contárselo a mis padres y desde entonces les he tenido miedo a las noches de tormenta.
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