Lectores y escritores

En este apartado el protagonista es el lector y sus creaciones, EL LECTOR ESCRITOR, en su sentido más amplio; es decir, no sólo el lector de mis libros sino todo aquel que quiera enriquecer este rincón literario con sus textos. Envíalos a la dirección:

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En el "asunto" de tu correo escribe el título de tu composición, tu nombre y, si lo deseas, tu lugar de residencia. Ejemplo:





La luz en la niebla. Pedro Márquez. Gran Canaria.



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¡Y RECUERDA! Cuida la ortografía y los signos de puntuación.



¡BIENVENIDOS!

LA CABAÑA. Melani Jordan Reyes. Gran Canaria

En un pequeño pueblo situado en una zona de mucho frío vivían un grupo de cinco jóvenes; tres chicos y dos chicas. Borja, Carlos, Roberto, Sofía y Judith. Todos estaban en la misma clase y se conocían desde niños. Solían quedar por las tardes para charlar. En ese pueblo los abuelos les contaban leyendas a sus nietos y aquellos chicos todavía las recordaban. Había una leyenda a la que ellos le tenían mucho miedo. La de la cabaña que se encontraba entre los árboles del bosque, en lo alto de la montaña. Sus abuelos les contaban que hace 50 años allí vivía una pareja de ancianos. Susan y Richard. Richard, desde muy joven solía ir de caza de noche él solo. Una noche la pareja de ancianos tuvo una fuerte discusión. Richard decidió coger la escopeta y salir de caza para liberar la mente. Susan se quedó en casa llorando sin cesar. A las tres horas todavía Richard no había legado a casa y Susan estaba muy preocupada. Cuando se dispuso a coger el teléfono para llamar al guarda del bosque oyó un fuerte disparo al lado de la cabaña. Pegó un grito del susto y enseguida salió en busca de Richard. Cuando salió de la cabaña lo más rápido que sus piernas doloridas le permitían, se le había olvidado coger el abrigo y un inmenso temblor le recorrió todo el cuerpo. Desde fuera podía ver la luz que desprendía el interior de la cabaña. Se fijó en que una gran sombre recorría todos los árboles proyectándose desde su interior. Enseguida se agachó lo suficiente para no ser vista por lo que quisiera que estuviese dentro e ir en busca de Richard. Al doblar la esquina de la cabaña se quedó petrificada. Veía sangre por todas partes, salpicada en la madera y n camino de sangre que iba a la parte trasera de la cabaña. Pensó en que quien hubiese dejado aquella sangre era el que se encontraba en el interior de la cabaña. Mientras, seguía viendo las sombras recorriendo los árboles y oyendo pasos en el interior. Siguió caminando y al llegar a la parte trasera vio que estaba en lo cierto. La puerta estaba medio abierta y se alongó para ver quién había allí. Cando miró ya no había nadie y los pasos que se escuchaban habían cesado. Susan se pasó años desolada sin saber qué le había pasado esa noche a su amado, Richard. La gente del pueblo decía que cuando hablabas con ella era como si no te oyese nada y tenía alucinaciones. Hasta que murió cuatro años después de un infarto. Después de 50 años, el mismo día en que Richard desapareció se oye un disparo en lo alto de la montaña. En las vacaciones navideñas, un día los chicos estuvieron recordando esa historia e hicieron una apuesta. El que se atreviese a entrar en la vieja cabaña el día de la muerte del difunto, los demás le compraría una bici nueva. A todos les parecía les parecía una gran aventura en la que pasarían mucho miedo. El 23 de diciembre, el día de la desaparición de Richard el grupo de jóvenes habían preparado las mochilas con lo que les hacía falta para todo un día. Cogieron las bicis y emprendieron su camino hacia la cabaña con la ayuda de un mapa. Hicieron una parada en la falda de la montaña para almorzar. Cuando terminaron de comer, avanzaron 100 metros y Carlos, que era el que llevaba el mapa, dijo que a partir de ahí habría que subir a pie la montaña. Los demás le hicieron caso y subieron a pie, menos Roberto. Ya empezaba a estar cansado y no estaba muy convencido de que fueran a encontrar la cabaña, así que dio media vuelta y volvió al pueblo. El reto siguió subiendo a pie. Después de un buen rato caminando Sofía se dio cuenta que lo único que hacían era dar vueltas todo el tiempo al encontrarse una roca que ya había visto anteriormente. Todos se enfadaron con Carlos porque no dirigía bien y les hacía perder el tiempo, así que Borja se hizo cargo del mapa. Ya empezaba a anochecer cuando encontraron la cabaña. La madera estaba podrida y hacía mucho frío. Carlos propuso que pasasen allí la noche, ya que si daban la vuelta, se iban a perder porque no iban a ver nada y les podía coger una tormenta. A Judith le pareció una locura. No iba a poder descansar del miedo, así que Borja se ofreció para inspeccionar la cabaña y estar más seguros. A los cinco minutos Borja salió y dijo que no pasaba nada, sólo había muebles viejos. Todos entraron con cautela por el miedo a que apareciese algo anormal. Cuando vieron por sí mismo que no había peligro se relajaron un poco y prepararon los sacos de dormir que habían llevado por si las moscas. Hacía mucho frío, así que juntaron los sacos de dormir para estar más calentitos. Todos había podido conciliar el sueño menos Judith. Ella seguía desconfiando de aquel lugar. Alrededor de las 11h. de la noche, Judith empezó a oír cómo algo se movía entre los árboles. No podía ser los árboles porque no hacía viento. Enseguida despertó a los demás y también escucharon los ruidos y vieron las sombras que se movían. Recogieron sus sacos con mucho cuidado para no hacer ruido y subieron a la planta superior. Entraron en una habitación que tenía una ventana y se encerraron allí. Estaban muy asustados y al terminar de rodar un ropero hacia la puerta para impedir que aquella cosa entrase, se asomaron a la ventana a ver si lograban ver qué era o que se encontraba en el exterior de la cabaña, pero no vieron nada. Habían pasado un rato, eran las 11:30 h. de la noche y seguían sin ver nada, hasta que oyeron un fuerte disparo muy cerca de ellos. Todos se miraron con caras pálidas del miedo que tenían. Según oyeron el disparo sintieron fuertes golpes en la puerta de la habitación en la que se encontraban. Borja y Carlos sujetaron rápidamente la puerta junto con el ropero par que no entrase. A Judith le entró un ataque de ansiedad y Sofía enseguida le ayudó. Entre tantos golpes fue Sofía la que se percató que aquella cosa que daba golpes estaba gritando algo.-¡Socorro! ¡Ábranme! -. Aquella voz les era familiar. Era Roberto. Cando se dieron cuenta que era él abrieron la puerta. Todos se quedaron asombrados al verlo allí. Él había dicho que se volvía al pueblo, pero al final no los quiso decepcionar. Le preguntaron que si había sido él el del disparo, pero dijo que no. Por eso les había pedido ayuda. Estaba muy asustado. Después de una hora sin movimientos por la zona, intentaron descansar turnándose la guardia. Al amanecer, les despertaron unos pasos que ascendían por las escaleras. Se empezaron a asustar hasta que oyeron la voz del padre de Sofía, que era guardia. En ese momento sintieron una gran liberación. Volvieron al pueblo y juraron no volver a aquel sitio nunca más. El ganador de la apuesta fue Borja, por ser el primero en entrar en la cabaña, y además, él sólo.

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